Introducción
España tiene una larga y rica historia, que la convierte en uno de los países clave en la historia de Europa y del mundo. Numerosos han sido los pueblos que se han asentado en su solar: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, germanos, árabes, que han ayudado a configurar la cultura y la tradición española. Dicha cultura y tradición rebasaron el suelo peninsular a partir del siglo XV y XVI, para llegar a América, fruto de ello es el vigor de la lengua española, una de las más habladas del mundo, y lengua oficial de una veintena de países. Todo esto, junto a su rico patrimonio artístico y cultural, hacen de España una de las mayores potencias turísticas del mundo.
Prehistoria (2.000.000-10.000 a. C.)
Los primeros restos de homínidos encontrados en el actual territorio de España, los encontramos en el Paleolítico (2.000.000 años hasta el 10.000 a. C.), encontrados en el yacimiento de Atapuerca, en la actual provincia de Burgos.
Las primeras sociedades neolíticas, aparecen a principios del quinto milenio. Es en estos momentos, la sociedad se convierte en productora (agricultura y ganadería) y con actividades nuevas como la elaboración de tejidos, la cerámica, el pulimento de la piedra y el comercio. Se impulsa el sedentarismo y aparecen los primeros poblados estables.
Con la llegada del cobre (2500-1700 a.C.), podemos destacar la aparición de algunas culturas autóctonas importantes como el poblado de Los Millares, en la actual provincia de Almería. También en dicha provincia aparece en la Edad del Bronce (1700 – 1000), la cultura de El Algar.
La Edad del Hierro (a partir del año 1000 aproximadamente) traerá la llegada de los primeros pueblos colonizadores: fenicios, griegos y celtas.
Edad Antigua (1000 a. C. aproximadamente – 476 d. C.)
Con la llegada de estos pueblos, podemos hablar de Historia propiamente dicha, al aparecer los primeros documentos escritos.
Fenicios y griegos llegaran del Mediterráneo oriental en los siglos IX y VIII a.C. y fundaran diversos asentamientos. Ambos pueblos, aportan técnicas de navegación, el hierro, el torno alfarero, construcciones cuadrangulares, la vid, la moneda y sus sistemas de escritura.
Los celtas llegan de forma pacífica desde el otro lado de los Pirineos, en busca de pastos, y se irán asentando en el norte y centro peninsular, mezclándose con las poblaciones autóctonas.
Estos pueblos influirán de forma decisiva en el desarrollo de los habitantes autóctonos de la península ibérica: los iberos, en la costa mediterránea, muy influidos por fenicios y griegos; los celtíberos en el interior peninsular, mezcla de influencias celtas e íberas; y los galaicos, astures y cántabros, al norte, muy influidos y asimilados por la cultura celta propiamente dicha.
Estos pueblos serán con los que cartagineses y romanos entren en contacto a su llegada al suelo peninsular. Los primeros son descendientes de los fenicios en el norte de África, donde tienen su capital, Cartago. Estos, toman el control de todos los territorios fenicios en la península ibérica y del resto del occidente mediterráneo, a partir del 753 a. C. Este dominio acabará chocando con la expansión romana en tres guerras distintas, conocidas como Guerras púnicas. Será en la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a. C.) cuando los romanos acaben expulsando a los cartagineses de la península ibérica y asentarán su dominio, primero en la costa mediterránea, y valles del Guadalquivir y Ebro, para ir penetrando progresivamente hacia el interior e ir enfrentándose y derrotando a distintos pueblos íberos y celtíberos, para terminar definitivamente la conquista peninsular entre los años 29 al 19 a. C. con el sometimiento de la cornisa cantábrica, ya en época del emperador Augusto.
Los romanos darán el nombre de Hispania a la península ibérica, la dividirán en distintas provincias a lo largo del tiempo y se iniciará un proceso progresivo de romanización (asimilación de la cultura romana por las poblaciones autóctonas), más intenso en el sur y levante. La romanización trae consigo el latín, la religión y los modos de vida romanos, además de fundación de numerosas ciudades y distintas construcciones como vías de comunicación, acueductos y otros edificios.
A partir del año 409 d. C. una serie de pueblos bárbaros (suevos, vándalos y alanos) cruzan los Pirineos y se instalan en diversos puntos de Hispania. En el año 416 y el 427, llegan los visigodos (germanos romanizados), con la idea de restaurar el dominio romano, ya que estos eran aliados suyos.
En el año 476 el Imperio romano de Occidente deja de existir al ser depuesto su último emperador, Rómulo Augusto.
Edad Media (476 – 1492)
Los visigodos irán progresivamente centrando su dominio en Hispania, sobre todo tras la derrota de estos a manos de los francos en la batalla de Vouillé (507), con lo que acaban trasladando la capital a Toledo. Sin embargo, los visigodos no controlarán todo el territorio peninsular, ya que compartirán el territorio con los suevos al noroeste y los bizantinos al sur y sureste, aunque poco a poco los irán derrotando y expulsando definitivamente.
Momento destacado del reino visigodo de Toledo serán la conversión al catolicismo y el abandono del arrianismo (creencia cristiana no trinitaria, considerada una herejía por el cristianismo oficial) en el año 589 por el rey Recaredo. A partir de aquí, se entra en una etapa de prosperidad hasta la llegada del rey Wamba (672 – 680), ya que se intensifican las luchas nobiliarias por el poder. Dichas luchas provocarán el derrumbe definitivo del reino visigodo, ya que permitirán la llegada de los musulmanes a la península al pactar estos con el conde Don Julián, opositor del rey Don Rodrigo, que es finalmente derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete en el año 711, lo que permite la ocupación islámica de la península sin apenas resistencia y el inicio de una nueva etapa histórica.
Los musulmanes llaman al territorio conquistado Al-Ándalus, que en un primer momento (711-756), pasa a ser una provincia más del Califato omeya de Damasco. Por aquel entonces, en los territorios del norte peninsular se forman los primeros núcleos de resistencia frente a los musulmanes: el reino de Asturias, que derrota a los musulmanes en la batalla de Covadonga (722), el reino de Pamplona, el condado de Aragón y los condados catalanes. Estos irán evolucionando y consolidando sus estructuras e instituciones en los siglos venideros.
En el año 756, un descendiente de los omeyas de Damasco, Abderramán I, llega a Al-Ándalus e instaura un emirato independiente (756-929), durante el cual, el territorio se va enriqueciendo, arabizando e islamizando, siguiendo los modelos orientales. En el 929, Abderramán III, tras pacificar el territorio y vencer numerosas revueltas, como la de Omar Ben Hafsún, se proclama califa y rompe con la autoridad religiosa de Bagdad. Se inicia ahora la etapa de mayor esplendor político, cultural y militar de Al-Ándalus, el Califato Omeya de Córdoba (929-1031). Sin embargo, en menos de un siglo se disgregará en pequeños reinos (Taifas), lo que da la oportunidad a los reinos cristianos del norte de seguir con la reconquista y exprimir económicamente a los restos de Al-Ándalus, no sin retrocesos por la llegada de refuerzos musulmanes como los almorávides y almohades. En 1212, los cristianos consiguen derrotar a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa, lo que abre las puertas al valle del Guadalquivir. A partir de entonces, sólo quedará como territorio musulmán, el pequeño Reino nazarí de Granada, que ocupa las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería.
A inicios de la Baja Edad Media (siglos XIV y XV) tenemos cinco reinos peninsulares: el Reino de Portugal, la Corona de Castilla, el Reino de Navarra, la Corona de Aragón y el Reino de Granada. La unión de las coronas de Castilla y Aragón se produce una década después del matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (Reyes Católicos), lo que llevará a la conquista del Reino de Granada el 2 de enero de 1492.
Edad Moderna (1492 – 1808)
El año de 1492 es una fecha muy importante en la historia de España, ya que se producen una serie de acontecimientos importantes que marcan el cambio de fecha. Al ya citado de la toma de Granada, sumamos el descubrimiento de América por Cristóbal Colón el 12 de octubre y la expulsión de los judíos. La llegada a América significará el inicio de un proceso de expansión y conquista, que situará a España como imperio territorial y primera potencia mundial durante la siguiente centuria.
En 1504 muere Isabel I de Castilla, por lo que la corona pasa a su hija mayor Juana, junto con su marido Felipe “el hermoso”. La muerte de este último y la supuesta incapacidad de Juana I, hacen que la regencia recaiga en el Cardenal Cisneros y en Fernando II de Aragón, hasta la llegada del hijo de Juana I y Felipe I, Carlos de Habsburgo en 1517.
Con Carlos I, nacido en Gante en Bélgica (1517-1556) se instaura en España una nueva dinastía, la de los Austrias. Su reinado conlleva el aumento de la influencia española en Europa, ya que el mismo Carlos es nombrado también emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con el título de Carlos V. Durante su reinado se conquista el imperio azteca, el inca, numerosas plazas norteafricanas y se logra la primera circunnavegación del planeta (1519-1522) con Magallanes y El Cano. Sin embargo, los problemas no fueron pocos, ya que a los problemas en el interior de los reinos hispánicos (Rebelión de los Comuneros y de las Germanías), le sumamos los enfrentamientos con Francisco I de Francia, con los turcos, y sobre todo con los protestantes luteranos en el corazón del Sacro Imperio. Finalmente, Carlos I abdica en 1556 y se retira al monasterio de Yuso, en Extremadura, donde morirá dos años más tardes.
Le sucede su hijo Felipe II (1556-1598), que hereda todos los reinos hispánicos y los territorios de Italia y Flandes, a la vez que se consolida el domino español en América y en Filipinas. A todos estos territorios, hay que unir el nombramiento como rey de Portugal en 1581, por lo que suma a sus dominios, los del imperio portugués. Sin embargo, al igual que su padre, no estará exento de problemas, ya que a los problemas interiores (Guerra de las Alpujarras y a las Alteraciones de Aragón), sumamos los conflictos con la Inglaterra protestante de Isabel I (derrota de la Gran Armada en 1588) y con los rebeldes calvinistas flamencos (Guillermo de Orange) en los Países Bajos. También, hereda del anterior reinado, el conflicto con los turcos, a los que vence en la batalla de Lepanto en 1571.
Con la muerte de Felipe II en 1588, se inicia una etapa de estancamiento y perdida de hegemonía, que se irá acentuando a lo largo del siglo XVII, sin embargo, esta centuria es conocida como el Siglo de Oro de la cultura española, ya que las letras (El Quijote de Cervantes) y el arte (Velázquez) alcanzan su mayor época de esplendor. Sin embargo, en el terreno político los monarcas serán débiles e incapacitados para gobernar, delegando en validos (favoritos del rey, que actúan dirigiendo el gobierno).
Felipe III (1588-1621), en cuyo reinado se expulsa a los moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo) y se vive un breve periodo de paz, conocido como la Paz Hispánica, al poner fin a los enfrentamientos internacionales de los reinados anteriores, aunque por poco tiempo. Le sucede su hijo Felipe IV (1621-1665), que junto a su valido el Conde-Duque de Olivares, intentan frenar la decadencia y realizar reformas en el conjunto de territorios, pero fracasan por el rechazo de nobleza. En su reinado se independizan Portugal, los Países Bajos calvinistas y hay sublevaciones en Cataluña, Aragón y Andalucía. En Política exterior, España va perdiendo peso a raíz de la paz de Westfalia (1648), que pone fin a la Guerra de los Treinta años, y la paz de los Pirineos (1659) con Francia.
El sucesor de Felipe IV, es su hijo Carlos II (1665-1700). Sus problemas de salud condicionaron su reinado, que fue llevado por numerosos validos, que llevaron a cabo algunas reformas que sanearon la economía. Sin embargo, en política exterior el continuo acoso de la Francia de Luis XIV, profundizará aún más la perdida de hegemonía política en Europa. Carlos II muere sin descendencia, lo que desata un problema sucesorio al nombrar heredero a Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Francia) y una guerra internacional (Guerra de Sucesión española. 1701-1713). Finalmente, Felipe de Anjou accede al trono español, con grandes consecuencias para España: perdida de los dominios europeos (Flandes católico y territorios italianos), Gibraltar y Menorca (luego recuperada).
La llegada de Felipe V (1700/1724-1746), instaura la dinastía Borbón en España y se llevan a cabo una serie de reformas de cuño francés. Por un lado, se suprimen las instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón y se centraliza la administración. Felipe V es sucedido por Luis I (1724), posteriormente por su otro hijo Felipe VI (1746-1759), con el que se reforma la Armada y se vive un periodo de paz importante. Le sucede su hermano Carlos III (1759-1788), que es el paradigma de monarca ilustrado del momento, ya que lleva a cabo numerosas reformas. En política exterior, apoyará, junto con Francia, a los rebeldes de las Trece Colonias de América del Norte, a independizarse de Gran Bretaña.
Le sucede su hijo Carlos IV (1788-1808), monarca más débil y que delega de nuevo en validos (Manuel Godoy). Su reinado, estará condicionado por los acontecimientos de la Revolución francesa (1789) y por su desastrosa política internacional (Derrota de la flota hispano-francesa en Trafalgar, en el año 1805). Su reinado termina con su huida a Bayona (llamado por Napoleón) y su abdicación y la de su hijo Fernando en 1808 (Abdicaciones de Bayona), y el nombramiento de José I (hermano de Napoleón), como rey de España.
Edad Contemporánea (1808 – 2020)
Las Abdicaciones de Bayona y la ocupación del territorio por parte del ejército napoleónico, provocan el levantamiento de mayo de 1808 en Madrid contra la ocupación francesa, a la que se suman otros territorios, con la creación de Juntas locales y provinciales. Se inicia entonces la llamada Guerra de Independencia (1808-1814), que es a la vez, una guerra civil (afrancesados contra patriotas), guerra internacional (coalición contra Napoleón) y una revolución política (Constitución de 1812). La guerra finaliza con la derrota de Napoleón y el regreso de los borbones con Fernando VII (1814-1833), que deroga muchas de las reformas conseguidas, por lo que se inicia un periodo de lucha entre absolutistas (partidarios de la monarquía absoluta) y liberales (partidarios de las reformas emprendidas con la Constitución de 1812). Es también en estos momentos cuando la mayoría de los territorios americanos se emancipan, constituyéndose las actuales repúblicas hispanoamericanas. La muerte de Fernando VII deja el trono en manos de su hija Isabel II (1833-1868), que en esos momentos sólo tiene tres años, por lo que su madre, María Cristina, y posteriormente el general Espartero, ocuparán la regencia hasta que Isabel es declarada mayor de edad. Durante esta regencia se van produciendo tímidas reformas que van desmantelando las instituciones del antiguo régimen e introduciendo reformas liberales. La oposición se aglutinó en torno al hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, que defendía las posiciones absolutistas más extremas (Carlistas), que llevaron hasta tres guerras civiles a lo largo del siglo XIX (Guerras Carlistas).
En 1843 se inicia el reinado efectivo de Isabel II, en el que se avanza en las reformas liberales, con insurrecciones y pronunciamientos militares entre liberales moderados y progresistas. Durante estos años se inicia la industrialización de España en varios puntos del país, de los que destacará sobre todo Cataluña y las provincias vascas. En 1868, un nuevo pronunciamiento militar (La Gloriosa), acaba destronando a Isabel II, que marcha al exilio. Se inicia el llamado Sexenio Revolucionario (1868-1874), un periodo de reformas y de gran inestabilidad, en el que se suceden varios regímenes: monarquía de Amadeo I de Saboya, Primera República y dictadura de Serrano, hasta el pronunciamiento de 1874, en el que se restaura la dinastía borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II.
Con Alfonso XII (1874-1885), se inicia el periodo conocido como La Restauración, en el que se pacifica el país y se instaura el turnismo político (Constitución de 1876) entre conservadores y progresistas. La prematura muerte de Alfonso XII, deja a España en manos de su mujer María Cristina, hasta la mayoría de edad de su hijo. En estos años se inicia un nuevo periodo de crisis con la aparición de los nacionalismos catalán y vasco, la aparición de nuevos partidos y la guerra con Estados Unidos, que provocan la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.
Alfonso XIII (1876-1931), inicia su reinado efectivo en 1902. Durante su etapa, se asiste a una gran inestabilidad y al resquebrajamiento del sistema de la Restauración. Podemos destacar de su reinado, la guerra de Marruecos, la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Será esta dictadura la que termine con el prestigio del rey Alfonso XIII, que abandona España, tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que dan la victoria a las candidaturas republicanas en los grandes núcleos urbanos. Se proclama entonces la Segunda República española (1931-1936/1939).
El nuevo régimen, instaura una frágil democracia republicana que intenta llevar a cabo numerosas reformas: reforma agraria, educativa, territorial, aprobación del voto femenino. Sin embargo, el periodo estará repleto de enfrentamientos políticos y sociales, lo que provocará un aumento de la polarización, que terminará en guerra civil (1936-1939), entre los sublevados y los partidarios del régimen republicano.
El 1 de abril de 1939 el bando sublevado vence definitivamente a los partidarios del régimen republicano, y se instaura una dictadura militar y personalista en la figura de Francisco Franco (1939-1975). Durante toda esta etapa se reprime a la oposición política y se producen cambios económicos que consiguen industrializar el país, crear una amplia clase media y convertir a España en una potencia turística.
Una vez muerto Franco, Juan Carlos I (1975-2014) se convierte en rey, y se inicia un proceso de transición pacífica a la democracia, que se convertirá en ejemplo a seguir por otras naciones. En 1978 se aprueba una nueva constitución, vigente hasta la actualidad. Desde entonces los partidos políticos se han ido alternando pacíficamente en el poder y España se homologa e incorpora al modelo de los países del entorno, entrando en la OTAN y en la CEE (hoy UE), en los años ochenta.
En 2014, Felipe VI se convierte en nuevo rey de España, tras la abdicación de Juan Carlos I, lo que garantiza la sucesión pacífica dentro del sistema constitucional de 1978. Sin embargo, España presenta en los últimos años graves problemas, como una alta tasa de dese